Destino común para todos los pecadores.
Sigo con la templanza de un niño que recorre sus pequeños recuerdos,
Y no hallo la verdad infinita del porque de las cosas, o el cómo.
En efecto sólo siento en mis letras imprecisión y confecciones equivocas,
Como el sastre que desea crear a su voluntad la muñeca de porcelana en forma de trapo.
Y realizo en mi mente la mejor de las virtudes “pensar”, pero las gotas de pesar…
Ahogan en el interior las llamas de un poema, no inspirador, si no surgido a la fuerza,
Como dictado bajo la ley del tormento, comprometiendo así, la angustia de los soñadores.
Por esto me digo abrazando el chaleco de mi solemne mirada blanca, azul y roja.
Tiempo al tiempo: los errores cometen eso, errores y solo permiten en el corazón,
Mantener indigestada la ilusión de la sociedad que espera la luz, sin embargo.
Esa visión no la da el cambio, el cambio lo da uno, y hermoso cambio es el que he vivido,
Un cambio de amor por juego, sino juego por amor, eso da lo mismo el camaleón mimetiza,
Si es amor por juego, tendremos sofocado al amor en la mala suerte, sin embargo.
Si es juego por amor, seremos lo reales soñadores que manejan a los demás en hilos de viveza.
Así está el juego, moneda de frutilla que alza las cordilleras en la bolsa de un presidente,
Que solo vela por el bien común de un ciempiés u oruga, o lechuza regordeta que tiene el fin,
De tomarnos la cola o desprevenidos, y comernos de zampada en zampada, hasta los huesos.
E involucrar “todo bien” como acto sonoro de un mentiroso, ¡como mascara de Nietzsche!,
O como sonido estrepitoso de alegría, cuando la poesía vomita serena en el bar la resaca
De un deseo generalizado.
Por favor devuelve mi país en paz, lo mataras en cuatro años y en los que vienen tendré la suerte de velarlo.
Dejando así para siempre el chaleco tricolor, y una vez más lo abrazaré a mi gana
Dándole mi sol de luz y verdad, del pueblo que espera.
Alberto Cifre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario